Chica de campo — Edna O'Brien




Decir que a sus 89 años Edna O’Brien (Tuamgraney, Irlanda 1930) es la gran dama de las letras irlandesas es una obviedad. Quizás lo más interesante de esta escritora no es tanto el reconocimiento actual de su magnífica obra, sino el intrincado camino que ha recorrido para llegar hasta aquí. Y precisamente ese trayecto vital y literario, es la sustancia de Chica de campo (2018), el esperado libro de memorias en el que habla de sus amores y desamores, de sus fuentes de inspiración y de sus inseguridades a la hora de escribir.

Edna O’Brien nace en una pequeña población rural del oeste de Irlanda —un pueblo de mala muerte, había 27 pubs, tres ultramarinos, una pañería, una farmacia, cero cines y cero bibliotecas—, y su infancia estuvo marcada por el opresivo nacionalcatolicismo irlandés de los años cuarenta. Era la menor de cuatro hermanos, en una familia venida a menos y dominada por una madre integrista católica y un padre alcohólico. La primera oportunidad para liberarse de las estrecheces de su entorno surge cuando la envían a Dublín, junto a su hermana, a estudiar Farmacia. Allí conocerá a su marido, el escritor Ernest Gébler, con el que se instalará en Londres y donde comenzará a escribir su primera novela. 

Dejaba a los niños en la escuela y volvía corriendo a casa para escribir — cuenta O’Brien— Me sentaba en el amplio antepecho de la ventana de su dormitorio, que estaba bastante profundo, y escribía en unos blocs de notas comprados en Irlanda llamados Aisling, que en gaélico significa sueño o visión—. Tardará tan sólo tres semanas en escribir la novela. En palabras de la propia autora: —se había escrito sola, yo fui una simple mensajera—. Así nació Las chicas de campo (1960), la primera obra de Edna O’Brien y con ella, su legendario escándalo.

El libro provocó una gran sacudida en Irlanda. El párroco de su pueblo quemó varios ejemplares en la plaza de la aldea y ella fue condenada públicamente por atreverse a desafiar al opresivo conservadurismo católico irlandés. También afectó a la vida personal de O’Brian. Su marido después de leerla, sentenció: —Sabes escribir, nunca te lo perdonaré—. Pero ya nada podría detener a la escritora, a pesar de la dura batalla que tuvo que librar para conseguir la custodia de sus hijos.

Las chicas de campo significó la irrupción de una voz nueva en la literatura irlandesa, que hablaba sin tapujos y con desparpajo de las frustraciones y de los deseos de las mujeres en un mundo rural, machista y atrasado. Dos novelas más configurarían la maravillosa trilogía sobre la vida de sus protagonistas, Caithleen y Baba: La chica de ojos verdes (1962) y Chicas felizmente casadas (1964)

En sus memorias, que para O’Brien son una reconstrucción onírica, un tapiz que va hilándose a partir de impresiones y «flashes» que van hacia delante y hacia atráshabla también de sus amistades literarias con Philip Roth, Alice Munro, Samuel Beckett, Carlos Fuentes y tantos otros… A la vez que da cuenta de su intensa vida social en el desmadrado y revolucionario Swinging London de los 60.

O’Brien vive hoy en su casa del selecto barrio de Knightsbridge en Londres. Acaba de publicar un libro sobre los secuestros de Boko Haram en Nigeria. A sus casi noventa años sin sentimentalismos ni autocomplacencia Edna O’Brien continua escribiendo. Y sus historias son siempre sobre mujeres que levantan el vuelo a pesar de la tormenta. Mujeres en territorio hostil que dejaron de ser un “gorrión en medio de una nevada: parda, aterrada, sola”.


Edición: Errata Naturae 2018
Páginas: 416
ISBN: 978-84-16544-59-2
Precio: 20,90 €


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